martes, 5 de enero de 2010

Ppel: De quince me llevo una Paulino Masip (Zimerman Ediciones) 2009, reseña a cargo de José Cruz


En Junio de 2009 nace Zimerman ediciones, que levanta la persiana del negocio recuperando este libro de relatos publicado en México en 1949, pero inédito en España.

De quince me llevo una es un libro matemático, y no sólo por el título. Si nos repartieran los diez relatos que integran el volumen sin decirnos quién es el autor, encontraríamos al menos tres voces narrativas distintas. Masip es un autor que aglutina en sí el misterio trinitario. De modo que prepárese para dividir entre tres De quince me llevo una, y le saldrán las cuentas.

División primera: Masip es un poeta que se sirve de esa condición para factorizar, para crear una creciente gran bola poética, grandilocuente, de palabras y frases catedralicias, que a pesar de todo no sobrecargan la estructura de la narración, que no la lastran ni le ponen densidad empachosa, sino que le ponen un marco dorado y churrigueresco que termina de armonizar con el conjunto. Cómo lo hace no lo sé. Puede intentar descubrir los entresijos de esta escritura leyendo “La muerte en el paraíso”.

División segunda: Masip toma toda esa materia prima anterior, la calienta, y la coloca como munición de su artillería pesada. Ese nuevo arma es un discurso poético ahora emperifollado y vuelvo a repetir que de resonancias catedralicias, que se amplifica en la grandilocuencia más exaltada. Palabras altisonantes, que reverberan, que reproducen en nuestros oídos el timbre del más rancio falangismo. Y ahí viene lo interesante, el magisterio personal y literario de este escritor: ya sabemos que el libro se escribe en 1949, las heridas siguen sangrando, Masip ha conservado el pellejo, pero está exiliado, y para vengarse del enemigo toma su propio metalenguaje, esto es, copia la tonada: lo que leemos parece purgado por el censor más rancio y casposo del régimen. Nuestro ojo recibe la imagen invertida y en algún punto le da la vuelta. Algo así sucede en estos relatos, que algo le da la vuelta a todo este discurso de cartón piedra y dicen lo contrario de lo que parecerían pretender. Ese algo es el humor, la risa y la alegría. Elementos perniciosos, enemigos de lo salutífero, emponzoñadores del recto pensamiento que nos ha de guiar, y por tanto prohibidos en la España a Dios gracias relevada del yugo rojo (léase esto anterior con el tono exaltado de un generalísimo). Humor y risa sin carcajada, porque en los relatos de esta cuerda hay una mala baba serena, cáustica por lo subcutáneo, sin ira, carente de retorcimientos, del “y tú más”, bisturíes tan afilados que cortan la carne sin hacerla sangrar. “Prudencio sube al cielo” más que un relato es una astracanada (tendrá que quitar la connotación negativa de esta palabra, lo de “chabacana” que da la definición del DRAE, porque no hay absolutamente nada que manche este texto glorioso en el amplio sentido de la palabra). “Y por primera vez, Prudencio piensa que la Iglesia es como una nube interpuesta entre Dios y los hombres, pero mucho más cerca de éstos que de Aquél”. El otro relato-mausoleo marmóreo de este bloque es “Dos hombres de honor”. Es el relato más largo de todo el libro y en él Masip nos deslumbra con su “savoir faire”, con su pulso firme de escritor que domina los recursos del oficio para dibujar a los personajes con tiralíneas (quien haya intentado dibujar con tiralíneas sabrá de qué hablo). Rico en matices, en guiños despiadados sobre la falsedad, la ignominiosa condición mental de estos dos indecorosos sujetos de alto standing, paradigma de los “hombres de casta española” y conciencia tranquila. Conciencia tranquila gracias a que han encontrado las grietas por donde colarse, aquello de que “Quien hizo la ley hizo la trampa” les va que ni pintado.

Es interesante y necesario señalar la troncalidad del “mecanismo” en los relatos de Masip. “Mecanismo” = los personajes masculinos buscan (como si de una ecuación se tratara) el modo de despejar todos aquellos impedimentos que hay en su camino hacia la felicidad, hacia el feliz cumplimiento de sus intereses o en dirección a la tranquilidad de una conciencia culpable. Buscan lo que en planificación estratégica se llama convertir las amenazas en oportunidades.

División tercera: Masip hace pasar un buen rato al lector con su humor depurado. El relato que da título a su libro así lo demuestra. Pero no es humor sin más, líneas arriba escribía sobre el “mecanismo”. Modesto Rincón, luciendo el más práctico de los sentidos prácticos, se da cuenta de que se va a llevar la parte del león, que de quince catorce van a ser para él, lo que es mejor que nada, o poco.

Pero es que además algunos de sus relatos no han perdido vigencia, frescura, modernidad y tanto es así que “Erostratrismo” no solo es un relato con un título cuya raíz (Eros) a mí se me ha antojado un falso amigo (o un falsch friend que dirían los ingleses refiriéndose a esas palabras que no significan lo que parecen), sino que es tan sorprendentemente actual en su lenguaje, en su trama, tan ingenioso en su armazón, que en algunos pasajes podríamos confundirnos si no supiéramos que Masip es anterior a Woody Allen. Desde luego para mi gusto el de mejor factura, el más inteligente en cuanto a la forma en que el autor va componiendo el mecanismo del cuento para conseguir salirse con la suya

Dije que Masip es un creador trinitario, pero dije mal. También es capaz de hacerlo un poco peor, de situarse quizá del lado más “cateto” o estrecho de su tiempo. No es por aquello de que siempre las mujeres sean el piñón de ataque en la cadena de la perdición de sus protagonistas masculinos (Meritier, Aurora, Encarna, María Teresa, la protagonista femenina de “Nochebuena en el tren”, podrían ser anatemizadas en ese tiempo) si no por el relato “El apólogo de los ajos”, cuyo tufillo procede de su rancio costumbrismo, de su bisoñez de gente bien, y no de esos tan mal tratados alicamentos (alimentos que a la vez son medicamentos, que el DRAE todavía no lo recoge). En cualquier caso una muestra más de su versatilidad, de la capacidad camaleónica de este narrador, poeta, periodista, y guionista, para adaptarse a cualquier registro.

Y desde luego no voy a pasar de puntillas por el Masip del cuento antropológico. “Memorias de un globettroter”. Una pequeña joya. Ni por el Masip del relato social que se concentra en los dolores del corazón más que en el hambre que provoca la injusticia social, como en el conmovedor “El alfar”, (que cierra con broche de oro el libro de relatos propiamente dicho, puesto que “Chiquillos ante el mar” debe considerarse una serie de apuntes, esbozos de relatos).

Ha tenido que pasar todo este tiempo para que la obra de Masip saliera de su silencio, que Zimerman ediciones volverá a romper con la edición de otras obras del autor (nada de lo suyo vio la luz en la tierra que le vio nacer a la luz). De diez se va a llevar una. Una sensación de tiempo bien empleado.

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